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Sobre la Violencia vivida durante la celebración del día del niño



A propósito de la balacera ocurrida durante una celebración del día de los niños y niñas el sábado 11 de agosto (ver Declaración) un profesional de otra institución, al enterarse de esto y con toda naturalidad, preguntó ¿qué se siente que habiendo pasado 9 años de la muerte de Cristóbal nada ha cambiado?


Cabe preguntarnos cómo Maristas, sobre qué ha cambiado en todos estos años. La pregunta no tiene la intención de justificación los esfuerzos y recursos destinados, sino para ver cómo han cambiado las condiciones de vida, como ha cambiado la vida cotidiana de los niños y niñas estos años. Sin duda que las balaceras no han disminuido. Es más, probablemente hayan aumentado. Entonces hoy enfrentamos un peor escenario en cuanto a la violencia, no podemos ser ciegos y no reflexionar sobre nuestras estrategias educativas en el sector.


Para explicar este aumento de la violencia, son muchos los factores estructurales que debemos revisar. La calidad de la salud, del acceso al trabajo y la educación, por mencionar tres, no han mejorado. Los niños y niñas que a temprana edad desertan del sistema educativo van en aumento.


Muchas de estos factores difícilmente van a cambiar con las mismas estrategias que hasta hoy hemos ocupado. Algunos trascienden las voluntades de un grupo de vecinos, instituciones privadas y organizaciones vecinales. En El Castillo se viven expresiones radicales de factores estructurales presentes en toda nuestra sociedad, que se encargan de marginar a una gran mayoría de las comodidades y tranquilidades obtenidas por una mayoría.




Pero, ¿Qué elementos si han cambiado en todo estos años?


Hace 9 años fuimos cientos de personas las indignadas con la muerte de Cristóbal saliendo a las calles del sector a marchar para exigir justicia a pocos días de su asesinato. Transcurridos algunos años las fueras fueron disminuyendo. Como institución se tuvo la claridad para transitar hacía las fronteras de la educación no formal en clave comunitaria.

Hoy son más de 40 jóvenes y 150 niños y niñas que sueñas con que las cosas sean distintas, 12 educadores y 4 profesionales colaboran en cumplir esos sueños. Muchas familias confían en la propuesta que el programa Tregua ofrece para la formación en la conciencia y ejercicio de derechos. La conciencia sobre las distintas formas de violencia que se viven cotidianamente, como elemento inicial para poder cambiar con condiciones de vulneración, ha crecido en los participantes de Tregua.


A pocos minutos de la balacera estaban reunidas 34 personas (principalmente jóvenes entre 15 y 21 años) procesando colectivamente lo que había ocurrido, encontrando fuerzas para no caer rendidos ante la violencia. Una de las jóvenes voluntarias que allí se reunieron recordaba con tristeza que no pudo devolverle la muñeca a una de las niñas que jugaba ese día en la plaza en medio del caos. La madre de la niña llegó apurada a buscarla pocos segundos después de los balazos y se fueron corriendo a la casa. ¿Cómo devolverle la muñeca a esa niña? Preguntaba la joven, cabizbaja por el impacto de lo vivido.


¿Cómo devolverle a cada niño del Castillo el derecho a la paz y la tranquilidad en la vida cotidiana?


La vida en los espacios públicos se vive en permanente alerta. Las experiencias cotidianas pueden ser invadidas por la violencia en cualquier momento y hay que tener todos los sentidos puestos en ello. Debe ser lo más parecido en Chile a vivir en un estado de Guerra donde, al igual que con los ruidos de aviones, tanques y fusiles, aquí hay que saber identificar los tonos de voces de alguna riña, saber identificar los sonidos de las balas, las esquinas peligrosas, los caminos más tranquilos a casa, etc.


Y como en las guerras, hay que saber seguir viviendo pese a las circunstancias que se enfrentan. Es en este punto donde podemos marcar una diferencia. Como propone Restrepo (1994) en su libro Derecho a la Ternura, debemos instalar un rechazo visceral a toda forma de violencia. La formación en la ternura requiere de educar el amor y solidaridad con otros, sobre todo con aquellos que nos parecen diferentes, cuidando y teniendo una actitud de fomento al crecimiento del otro, pero también requiere de no dejarle maltratar, la ternura es incompatible con soportar pasivamente la violencia en la intimidad.


El desafío por delante es una tarea titánica, a veces utópica, pero que se volverá más real en la medida en que más niños, niñas, jóvenes y adultos compartan la terca esperanza de un entorno más humano y respetuoso de los derechos para todos los vecinos de El Castillo. Las balas podrán asustar a cada vecino por separado, pero no podrán atemorizar a cientos o miles de ellos.

Arturo Latorre

Secretario Ejecutivo.


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